Hace unos años espotié la palabra “persiste” en mi pared. Duermo debajo de ella y ya ni me acordaba que estaba ahí. Pero hoy la leo y sonrío, cuán viva ha sido todos estos años. Le he metido caña a todo lo que se me pone de frente, se me han cerrado puertas y he llorado de la frustración. Aún así, he persistido … en mi debilidad, faltas, desilusiones, he aprendido a persistir descansando. Es que soy libre cuando dejo ir y aunque suene contradictorio, cuando dejo de resistir, persisto.
Le puedo seguir sumando contradicciones, en mi persistencia no hay mucha consistencia y mucho me falta para ser perfecta. Vuelvo y me recuerdo, que es Su poder el que se perfecciona en mi debilidad.
Celebro la victoria que me acompaña, mis planes fallidos y los planes de perfección que ya fueron establecidos para mi. Lo que un día leía y creía que era posible toma otro significado, ahora lo vivo. Más allá de pensar que es posible continuar, vivo en continuidad, no me detengo y perduro. Soy testigo de planes de bien, planes que perduran y me sostienen hasta el final. Entiendo cuán viva es Su palabra cuando me dice que todo obra para bien…
Persistir… Para algunos tolerar, para mi confiar. Para otros sacrificar, para mi valorar.
“Ya te lo he ordenado: ¡Sé fuerte y valiente! ¡No tengas miedo ni te desanimes! Porque el Señor tu Dios te acompañará dondequiera que vayas.” Jos 1:9
